14/4/10

La carne es moldeable.

Este es el título de un posible proyecto para exponer la serie de retratos pintada en los últimos dos años. Creo que este texto sirve a su vez de guía para abordar esas caras, que crean inquietud y algunas dudas en el espectador. Como he dicho algunas veces, mi manera de trabajar parte de la intuición y en medio del proceso voy recogiendo conceptos que luego se incorporan a la obra. Algunos amigos me han hablado de la conveniencia de tener un texto que explique las cabezas, allí va. Espero comentarios.


PROYECTO.

Quiero que el espectador sienta esa desazón de encontrarse con algo familiar y tan extraño a la vez. Que se sienta atraído por la piel, capturado por la mirada del modelo, y que a la vez se inquiete,  se moleste, se enfade  porque esa cara pintada no lo refleja . Así debe ser porque estos retratos están  transformando continuamente nuestro sentido de nosotros mismos.

    Este proyecto tiene como eje una serie retratos en gran formato. Cada uno mide 170 x 200 cm. Es un primer plano del rostro del modelo cortado por los hombros. Se aprecia una pequeña parte de la ropa. El óvalo de una cara mide alrededor de 70 centímetros.  El espectador se enfrenta a la pintura indefenso,alegre, esperando encontrarse una imagen basada en la mímesis y descubre que le han engañado pero ya está atrapado por la mirada de los retratados que lo miran fijamente a los ojos.

  
Los retratos.

    Cambiamos continuamente.  Estar determinados por nuestras características físicas (apariencia física ) se acabó: hoy nada en nuestro cuerpo  es definitivo, lo podemos cambiar a discreción.
Siempre he querido hacer retratos. Los primeros trabajos por encargo fueron retratos de familiares,   aparte de algún autorretrato a los dieciséis años. La primera ocasión en que considero la posibilidad de hacer estos nuevos retratos es a partir de un dibujo pequeño que hago en la libreta de apuntes en el año 2006. Es un autorretrato, un apunte pequeñito de esos que hago en la libreta. En vez de completar la cabeza con el pelo le coloco la misma cresta que estoy dibujando a los muñecos.
Como sucede con muchos de estos dibujos, lo miro a menudo en el estudio. Me parece tan provocadora la imagen que me asusta la idea de convertirlo en algo más ambicioso y ni siquiera me pregunto cómo puedo trabajar con esa idea. Con el paso de los días, cada vez que observo el dibujo siento que emana de él una fuerza especial que me atrae y me inquieta.

    Un día me decido a emprender el proyecto. Me seduce su capacidad de  profundizar en la representación, amenazando, desafiando.

Nuestra carne es  moldeable.

    Aristóteles habla de los cambios en nuestra fisonomía relacionándolos con el alma: " Todas las pasiones del alma se muestran vinculadas con un cuerpo, pues, cuando se producen, el cuerpo experimenta una modificación". También establece categorías basadas en la forma y distribución del cuerpo: “la naturaleza ha colocado una especie de barrera entre las partes nobles y las  menos nobles, entre la parte superior y la parte inferior”.
Vasari en sus “Vita” hablando del pintor Domenico Puligo clasifica los retratos en tres tipos: en el primero  existe un parecido aunque hayan deformidades, en el segundo la belleza del retrato es innegable pero no hay parecido. Y por último cuando parecido y belleza están presentes.

    En mis retratos existe el parecido al que alude Vasari, es una parte importante de la obra, pero también está ese gran cambio físico que crece sobre la cabeza del retratado y que está relacionado con las deformidades. ¿ Es una enfermedad ? No ! Para mí es una modificación en nuestra fisonomía ( como sugiere Aristóteles) producto del mundo en que vivimos, y, cómo no, de la fantasía del pintor. Ya que estamos en una época de profundos cambios  esta cresta simboliza ese ser humano carente de  una imagen estable. Hace años  que no estamos obligados a pertenecer al sexo con el que nacimos. Se pueden cambiar los cuerpos y el color de la piel. Nuestros órganos se sustituyen a lo largo de nuestras vidas, aunque no fallen. Y nuestros hijos no nacen necesariamente  del vientre de sus madres. En este siglo más que en cualquier otro nuestra carne es moldeable.

    Pinto esta cresta porque desafía la imagen del rostro. Lo que  más seguridad nos produce es reconocernos. Quiero que el espectador sienta esa desazón de encontrarse con algo tan familiar y tan extraño a la vez. Que se sienta atraído por la piel, capturado por la mirada del modelo y que a la vez se inquiete,  se moleste,  se enfade  porque esa cara pintada no lo refleja a él. Este retrato está  transformando continuamente nuestro sentido de nosotros mismos.

 
Quienes son los retratados.

    Encuentro un vínculo con esos retratos del Renacimiento en que los personajes llevan un sombrero o un peinado que prolongan hacia arriba su figura. Mis retratados no son príncipes, son amigos que viven su vida.
En Colombia, en la Facultad, miraba horas y horas los libros de pintura clásica. Cuando veía los retratos sentía envidia tanto de los retratados como del retratista. Creo que estos retratos parten de esa mirada obsesiva con que los observaba en mis años de estudiante. No puedo mencionar algún rasgo específico que me haga inclinarme por ellos y no  por otros. Pero sé que hay una mezcla de formas y personalidad que me provoca el deseo de apoderarme de su rostro y transformarlo. Como dice Patricia Magli: “ El rostro es el más evanescente de los objetos. Los ritmos y las diversas dinámicas que lo integran hacen de él un perpetuum mobile. Los papeles de sus actores individuales, como la nariz, los ojos, las cejas, la boca… pertenecen de hecho al tiempo indefinido del acontecimiento y lo integran en una lógica fluctuante que no conoce estructuras, sino tan sólo génesis, relaciones entre movimientos, éxtasis y variaciones de velocidad. (. " El rostro y el alma. Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Parte segunda"  Ed. Taurus. 1991).

 
La ropa.

    Me interesa enormemente la ropa que llevan los modelos. Cuando hablo con ellos de la posibilidad de hacer el retrato les pregunto qué pueden llevar a la sesión. No me importa que no sea lo habitual del retratado porque no busco una verosimilitud. Quiero ropas de colores vivos y con estampados para poder “pintarlas” Es  como una pintura dentro de la pintura. La banalidad del traje como oposición a la tragedia del  rostro.

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